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La provincia burgalesa alberga procesiones, representaciones y otras formas de vivir la Semana Santa que van de las muy originales a las más solemnes
Ir al pueblo de Trespaderne y poder quemar a Judas a base de petardazos. Merendar chorizo en Oña en vez de cargar con una pesada imagen religiosa. Ver representaciones tan realistas que ponen los pelos de punta, como la de Arauzo de Miel. Tener el privilegio de quitarle el velo a una virgen que mueve a un municipio entero en Salas de los Infantes. Sorprenderse viendo cómo en Aranda de Duero bajan de las alturas a un niño dentro de una esfera solo con un arnés por pura simbología religiosa o estremecerse ante la belleza de esta celebración en un entorno único, como es Santo Domingo de Silos. Es Burgos, la máxima expresión de la Semana Santa.
La Semana Santa son pasos, procesiones, levantamientos de imágenes religiosas o representaciones vivientes de los últimos días de la vida de Jesucristo o de escenas bíblicas relacionadas. Momentos que en cualquier lugar de España se viven con solemnidad y respeto, pero que no siempre reúnen también la cualidad de ser curiosos u originales. Para muchos devotos este punto no es tan importante, pero para otros muchos viajeros atraídos por la expectativa y la sorpresa, sí lo son.
Esto ocurre en muchos pueblos y ciudades de la provincia de Burgos. Destinos que combinan ambos puntos de vista, y que poseen celebraciones religiosas que se distribuyen desde el Domingo de Ramos -30 de marzo- hasta el Domingo de Resurrección -5 de abril-, que reúnen ese cariz de fervor religioso con diversos aspectos que por su singularidad o naturaleza, los hacen únicos.
Es el caso de la procesión nocturna del Encuentro del Sábado Santo, en Trespaderne, al norte de la provincia, donde tiene lugar la quema de El Judas. Los jóvenes del pueblo fabrican ellos mismos muñecos a base de cartón y paja que simulan a este famoso personaje bíblico. Cuando las imágenes de la procesión se encuentran en el centro de la localidad, se hacen estallar los miles de petardos que aguardan en el interior de cada figura de Judas en un espectáculo de pirotecnia, luz y sonido ensordecedor digno de cualquier Mascletá valenciana.
Una celebración que supone todo lo contrario de la que se realiza en Sotillo de la Ribera, en plena Ribera del Duero, cuyas procesiones escenificadas de Jueves y Viernes Santo se realizan en una continua y perpetua penumbra, de la que solo se destacan a ver los romanos manchados con sangre cristiana, los capuchinos con sus largos conos, los nazarenos entonando estrofas de Lope de Vega, los cofrades cantando un Miserere ruralizado y los lloros de las mujeres piadosas que acompañan a la comitiva.
Muy cerca de allí, en Aranda de Duero, tiene lugar cada Domingo de Resurrección una de las representaciones vivientes más sorprendentes de toda España. La Bajada del Ángel, que comienza cuando todas las imágenes de las procesiones de ese día confluyen frente a la iglesia de Santa María, la protagoniza un niño de ocho años caracterizado de ángel. La complejidad de esta celebración tiene lugar cuando dicho infante desciende desde 15 metros dentro de una esfera y asegurado simplemente con un arnés y una cuerda. Un momento especialmente delicado que simboliza el comienzo de la Resurrección del Señor.
La provincia de Burgos también posee varias celebraciones especialmente fervorosas, como el Viernes Santo de Arauzo de Miel, en plena Sierra de la Demanda, cuya personificación de la Pasión de Cristo está considerada como una de las más emotivas y realistas de todo el territorio. Escenifica el Vía Crucis, desde la Última Cena hasta el descendimiento del cuerpo muerto de Cristo en la cruz. También en Salas de los Infantes se festeja de manera devota la Semana Santa, hasta el punto de que todo el pueblo se paraliza ante la subasta, durante la realización de la procesión del Encuentro en el Domingo de Resurrección, del privilegio de quitarle el velo a la Virgen. Un momento de especial efervescencia y exaltación del sentimiento religioso digno de ver y de participar en él.
Por otro lado, para los que no olvidan las tradiciones culinarias ni cuando de procesiones se habla, en la localidad de Oña, en plena zona de la Bureba, el Jueves Santo tiene lugar `la choricilla´, una merienda a base de chorizo de la tierra que se comparte con todos los foráneos que llegan a este pueblo durante la Semana Santa.
Covarrubias, Lerma, Villadiego, Tolbaños de Arriba, Briviesca y sus famosísimas imágenes del Ecce Homo o del Cristo del Sepulcro que desfilan ante la bravura de más de 400 cofrades que se dan cita. Lugares bellos de por sí que en Semana Santa muestran sus caras más tradicionales, más solemnes y augustas, y que constituyen escenarios perfectos para vivir en lo más hondo toda la simbología de este periodo sin igual. Aunque para conseguir este objetivo, nada mejor que Santo Domingo de Silos.
En este histórico monasterio situado en la zona de Arlanza tienen lugar varias peculiaridades que llaman la atención: el Jueves Santo, el abad lava los pies a un grupo de personas seleccionadas entre los asistentes; el Viernes Santo, se cantan las Lamentaciones de Jeremías reflejadas en un códice del siglo X; y el Sábado Santo, se ofrece un cordero vivo que será alimento de los monjes durante la comida de Pascua.
En definitiva, una semana para conocer la provincia de Burgos y empaparse de sus tradiciones, su cultura, su paisaje, su gastronomía, sus gentes y su historia al mismo tiempo que se vive una de las mayores demostraciones religiosas de España de forma curiosa, variada y singular.